Publicado en EL PLURAL, 9 de mayo de 2011.
Este artículo presenta datos sobre el papado de Juan Pablo II, sistemáticamente ignorados en muchos de los programas de televisión (incluyendo las televisiones públicas como TVE) realizados a raíz de su reciente beatificación. Los datos muestran que tal Papa fue profundamente conservador, responsable de políticas que afectaron negativamente la calidad de vida de millones de personas.
Una vez más, el establishment mediático español se ha movilizado para promocionar la figura del Papa Juan Pablo II. Su última expresión fue el Informe Semanal de Televisión Española (30.04.11), en su reportaje a raíz de su beatificación. En tal reportaje se ignoraron varios datos. Veamos.
Juan Pablo II visitó Chile en 1987 cuando estaba gobernado por uno de los dictadores más sangrientos que ha conocido Latinoamérica: el General Pinochet, que había destruido un régimen democráticamente elegido, y presidido por el Presidente Allende, jefe del gobierno de Unidad Popular (al cual tuve el gran privilegio de asesorar). El objetivo de tal gobierno democrático fue el mejorar el bienestar de la población. Cuando las políticas públicas desarrolladas por este gobierno afectaron a los privilegios de los terratenientes, de la banca, de la oligarquía chilena, y de las clases pudientes, éstas –como había ocurrido en España en 1936- presionaron al Ejército para que realizara un golpe militar.
Durante su visita a Chile, el Papa no hizo ninguna declaración pública crítica hacia aquella dictadura que incrementó sustancialmente el número de pobres del país, además de asesinar, torturar y exiliar a miles de personas que habían trabajado para mejorar la calidad de vida de sus clases populares. Pero, peor incluso que su silencio fue la promoción de Angelo Sodano (miembro del Opus Dei y amigo del Dictador), entonces Nuncio del Vaticano en Chile (que había declarado en múltiples ocasiones sus simpatías por el dictador y por la dictadura) como Secretario de Estado del Vaticano. Fue Angelo Sodano el que más tarde intervino e hizo gestiones con el gobierno británico para liberar al General Pinochet cuando este estuvo retenido en Londres (como resultado de la orden de extradición de Baltasar Garzón). En realidad, Juan Pablo II lideró, junto con la administración Ronald Reagan, la lucha contra los movimientos reformistas –incluida la teología de la liberación- que se oponían a las enormes desigualdades que se generaban y reproducían en aquel continente. Estas desigualdades se sostenían a base de una enorme represión llevada a cabo por dictaduras sangrientas apoyadas, de nuevo, por Ronald Reagan y por Juan Pablo II. Informe Semanal apenas tocó este hecho, dedicándole solo unos pocos segundos.
Tales políticas fueron también responsables de cambios profundos dentro de EEUU. La Iglesia Católica estadounidense se había caracterizado por favorecer al Partido Demócrata al considerarlo más sensibles a los temas sociales que el Partido Republicano, próximo al mundo financiero y empresarial. Juan Pablo II se movilizó para cambiar esta situación. Hizo de la oposición al aborto y a la homosexualidad el punto clave de lo que llamó con cierta incoherencia “la defensa de la vida y de la familia”. A partir de entonces hubo más católicos votando al Partido Republicano que al Partido Demócrata. Y como consecuencia, aumentaron sustancialmente la pobreza y las desigualdades sociales en EEUU, responsable del aumento de la mortalidad infantil y del deterioro del estándar de vida de las familias estadounidenses.
Las políticas promovidas por Juan Pablo II son también responsables de la muerte de millones de creyentes católicos con SIDA, al oponerse a la utilización del condón, la medida preventiva más eficaz para prevenir su contagio. Esta prohibición en países africanos donde el 20% de la población adulta tiene SIDA condena a millones de personas en aquel y otros continentes a la muerte. Hablar de tal Papa como el defensor de la vida es tergiversar el significado del término vida, identificando a ésta con la muerte. Nada de esto se dijo en Informe Semanal.
Coherente con sus simpatías hacia dictaduras fascistas o fascistoides (que apoyaron y fueron apoyadas por la Iglesia) Juan Pablo II enfatizó el homenaje a la Iglesia Católica española por su comportamiento durante la Guerra Civil, cuando la jerarquía eclesiástica apoyó un golpe militar que interrumpió un régimen democráticamente elegido, la II República, convirtiéndose en el eje ideológico de la dictadura más cruel que haya existido en la Europa Occidental en el siglo XX (por cada asesinato político que hizo Mussolini, el asesino dictador hizo 10.000). El supuesto amor de Juan Pablo II por la libertad se reflejó en que honró a las víctimas de la represión republicana, que ocurrieron en los desmanes (censurables) realizados en contra del deseo de los gobernantes, mientras que ignoró a las víctimas del lado golpista que la Iglesia apoyó activamente, interrumpiendo la libertad en España. Nada de esto tampoco se mostró en Informe Semanal.
Pero donde las incoherencias de tal Papa aparecieron con mayor intensidad fue en su comportamiento referente a la pederastia. Ocultó y silenció los deleznables comportamientos de clérigos que aprovecharon su autoridad para abusar de menores. Juan Pablo II era plenamente consciente de lo que ocurriría y la evidencia existente muestra que lo ocultó.
Tal tolerancia también incluyó la corrupción. Es difícil de creer que Juan Pablo II no supiera lo que era ampliamente conocido en Méjico sobre el fundador de los Legionarios de Cristo y el comportamiento de tal secta. El detestable personaje que la fundó (a la cual pertenecen miembros destacados del PP) era conocido por sus prácticas corruptas. Cuando visité Méjico, tales comportamientos eran sabidos por la intelectualidad mejicana que me invitó. No es sostenible indicar que tales hechos fueran desconocidos por el Papa. Informe Semanal tampoco dijo nada sobre ello. Hubiera sido deseable que una televisión financiada por todos los españoles fuera más equilibrada en su reportaje y no contribuyera a promocionar a un beato, pronto Santo, que tiene muchísimas sombras, además de las luces que el establishment español aplaudió.
Juan Pablo II visitó Chile en 1987 cuando estaba gobernado por uno de los dictadores más sangrientos que ha conocido Latinoamérica: el General Pinochet, que había destruido un régimen democráticamente elegido, y presidido por el Presidente Allende, jefe del gobierno de Unidad Popular (al cual tuve el gran privilegio de asesorar). El objetivo de tal gobierno democrático fue el mejorar el bienestar de la población. Cuando las políticas públicas desarrolladas por este gobierno afectaron a los privilegios de los terratenientes, de la banca, de la oligarquía chilena, y de las clases pudientes, éstas –como había ocurrido en España en 1936- presionaron al Ejército para que realizara un golpe militar.
Durante su visita a Chile, el Papa no hizo ninguna declaración pública crítica hacia aquella dictadura que incrementó sustancialmente el número de pobres del país, además de asesinar, torturar y exiliar a miles de personas que habían trabajado para mejorar la calidad de vida de sus clases populares. Pero, peor incluso que su silencio fue la promoción de Angelo Sodano (miembro del Opus Dei y amigo del Dictador), entonces Nuncio del Vaticano en Chile (que había declarado en múltiples ocasiones sus simpatías por el dictador y por la dictadura) como Secretario de Estado del Vaticano. Fue Angelo Sodano el que más tarde intervino e hizo gestiones con el gobierno británico para liberar al General Pinochet cuando este estuvo retenido en Londres (como resultado de la orden de extradición de Baltasar Garzón). En realidad, Juan Pablo II lideró, junto con la administración Ronald Reagan, la lucha contra los movimientos reformistas –incluida la teología de la liberación- que se oponían a las enormes desigualdades que se generaban y reproducían en aquel continente. Estas desigualdades se sostenían a base de una enorme represión llevada a cabo por dictaduras sangrientas apoyadas, de nuevo, por Ronald Reagan y por Juan Pablo II. Informe Semanal apenas tocó este hecho, dedicándole solo unos pocos segundos.
Tales políticas fueron también responsables de cambios profundos dentro de EEUU. La Iglesia Católica estadounidense se había caracterizado por favorecer al Partido Demócrata al considerarlo más sensibles a los temas sociales que el Partido Republicano, próximo al mundo financiero y empresarial. Juan Pablo II se movilizó para cambiar esta situación. Hizo de la oposición al aborto y a la homosexualidad el punto clave de lo que llamó con cierta incoherencia “la defensa de la vida y de la familia”. A partir de entonces hubo más católicos votando al Partido Republicano que al Partido Demócrata. Y como consecuencia, aumentaron sustancialmente la pobreza y las desigualdades sociales en EEUU, responsable del aumento de la mortalidad infantil y del deterioro del estándar de vida de las familias estadounidenses.
Las políticas promovidas por Juan Pablo II son también responsables de la muerte de millones de creyentes católicos con SIDA, al oponerse a la utilización del condón, la medida preventiva más eficaz para prevenir su contagio. Esta prohibición en países africanos donde el 20% de la población adulta tiene SIDA condena a millones de personas en aquel y otros continentes a la muerte. Hablar de tal Papa como el defensor de la vida es tergiversar el significado del término vida, identificando a ésta con la muerte. Nada de esto se dijo en Informe Semanal.
Coherente con sus simpatías hacia dictaduras fascistas o fascistoides (que apoyaron y fueron apoyadas por la Iglesia) Juan Pablo II enfatizó el homenaje a la Iglesia Católica española por su comportamiento durante la Guerra Civil, cuando la jerarquía eclesiástica apoyó un golpe militar que interrumpió un régimen democráticamente elegido, la II República, convirtiéndose en el eje ideológico de la dictadura más cruel que haya existido en la Europa Occidental en el siglo XX (por cada asesinato político que hizo Mussolini, el asesino dictador hizo 10.000). El supuesto amor de Juan Pablo II por la libertad se reflejó en que honró a las víctimas de la represión republicana, que ocurrieron en los desmanes (censurables) realizados en contra del deseo de los gobernantes, mientras que ignoró a las víctimas del lado golpista que la Iglesia apoyó activamente, interrumpiendo la libertad en España. Nada de esto tampoco se mostró en Informe Semanal.
Pero donde las incoherencias de tal Papa aparecieron con mayor intensidad fue en su comportamiento referente a la pederastia. Ocultó y silenció los deleznables comportamientos de clérigos que aprovecharon su autoridad para abusar de menores. Juan Pablo II era plenamente consciente de lo que ocurriría y la evidencia existente muestra que lo ocultó.
Tal tolerancia también incluyó la corrupción. Es difícil de creer que Juan Pablo II no supiera lo que era ampliamente conocido en Méjico sobre el fundador de los Legionarios de Cristo y el comportamiento de tal secta. El detestable personaje que la fundó (a la cual pertenecen miembros destacados del PP) era conocido por sus prácticas corruptas. Cuando visité Méjico, tales comportamientos eran sabidos por la intelectualidad mejicana que me invitó. No es sostenible indicar que tales hechos fueran desconocidos por el Papa. Informe Semanal tampoco dijo nada sobre ello. Hubiera sido deseable que una televisión financiada por todos los españoles fuera más equilibrada en su reportaje y no contribuyera a promocionar a un beato, pronto Santo, que tiene muchísimas sombras, además de las luces que el establishment español aplaudió.
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